domingo, 21 de junio de 2009

sin paradero

Detenido el discurrir habitual, aunque no dormido ni bajo efecto de alucinógenos, el sujeto abrigaba una distante certeza de poder volar. Había recibido en sueños el procedimiento necesario, que consistía en correr sobre blanda superficie, sin frenar arrojarse hacia delante, durante los pocos segundos en que se mantuviera paralelo al piso debía palmear las manos por debajo del cuerpo, a la altura del ombligo, y, por fin, cobrar altura gracias a la nueva capacidad adquirida, aunque sin alejarse demasiado para no levantar sospechas. Luego de dos intentos fallidos, en los que dio de bruces contra el atribulado césped, acordó consigo un tercer y definitivo ensayo, no tanto por cansancio, sino que la ropa ya empezaba a romperse, y los curiosos en cualquier momento se congregarían, masificándose hasta llegar al extremo de denunciarlo. Algo entumecido, tomó carrera, se impulsó repitiendo los pasos canalizados... y cobró altura. Ja !. Riendo para sí fue escalando el espacio celeste, desprovisto de temor e incertidumbre. Pudo ver, allí abajo, a la gente arremolinada, señalándolo. No intentó saludar por temor a desmoronarse o embestir algún barrilete náufrago. Se perdió tras el horizonte.
Al año las autoridades dieron por concluida la búsqueda, sin resultados. Fue catalogado como desaparecido, de incógnita ventura.
Al siglo, lo ungieron santo popular, patrono de barriletes y de humanos que vuelan.

-Arlane-

Idea Cerril





pienso en cerros
bajo la lluvia fina
es sencillo crear alturas
Pienso en bosques
húmedas hojas de la mente
temblando bajo el peso
acuático de cielos
Tengo las nubes
abrazadas en la cima
de mi razón montaráz

Lejos la gente
entabla quehaceres diarios
produce ruidos
desperdicios
mitos
que no llegan a rozarme
porque ahora pienso
en cerros inconquistables
lugares salvajes desiertos
que están
estuvieron
estarán
hasta que nazca otra vez
con sed de caminos abiertos
-Arlane-

martes, 2 de junio de 2009

códigos evanescentes


Avisté las aves de claro plumaje, girando en carrusel sobre humedecidos maderos del puerto. Aquel virar de plumas en suspensión distrajo mi diligencia, quitándome, por lapso atemporal, de los terrenales asuntos. Una simbiosis me aconteció y pude experimentar la elevación, el vértigo del aire precipitando el hueco interior. Al unísono con la ingrávida sensación se dibujaba un terreno inexplorado en la memoria, algo arcaico revelaba claves para desplazarse sin pies y utilizar corrientes celestes a fin de viajar, raudo, hacia comarcas distantes donde otros similares me estarían aguardando.
Fue tan bello y frágil como los sueños, de los que rescatamos solo hilachas insustanciales, sin contenido registrable. El cáliz secreto volvió a sellarse, vedándome las revelaciones. Aunque, sospecho que en la memoria genética están las llaves de ese reino.
Esas pequeñas hermanas blanquinegras me legaron, por breve instante, el sabor de ser libre completamente, gozando un compartido cielo, recobrando el don ancestral...
Códigos evanescentes.
Nos suspenden el interés, convocando a volátiles rituales en que los segundos valen como años. Y, el cuerpo momentáneo extravía su pesar


Arlane