jueves, 30 de diciembre de 2010

bascular

columpiándome entre madreselvas y


hojas al caer la primavera

hamacando ansias de florecer en

letras que digan este silenciarse

frente al pueblo

por un nuevo asombro de la vida

tal como no la pintan corresponsales

ni índices alfabéticos o de audiencia

Meciéndome tan blandamente

en arterias colapsadas por hábito

dentro de vagones que rezuman

empeños incumplidos ganas de irse

a otra parte

sin abrigar más temores

ni sospechas de algún índole

que no valgan ni la moneda

para tres deseos conque

obtengo pasaje a mejor suerte

Arlane
 
la imagen es "exploración de las fuentes del río Orinoco", y pertenece a Remedios Varo, de LATIN AMERICAN ART

sábado, 25 de diciembre de 2010





la extraña botellita se encontraba en el fondo del arcón heredado, generación tras generación calculo desde la conquista, año más año menos. ¿Qué iba a hacer?, la froté siguiendo el mandato que los cuentos imponen. Inopinadamente, comenzó a vibrar como pequeño terremoto entre las manos entregadas a su suerte; me mantuve incólume, en estos casos conviene mostrarse decidido, como buen intruso ante las cámaras. Por suerte, la añeja tapita había rodado cuesta abajo de mis piernas, entonces comenzó a emerger una especie de vapor azulado que fue arremolinándose delante de mis narices, semejante a cigarro de fumador sin frenos. No sufrí aturdimiento ni deseos de huir, aunque se materializó un hada en miniatura, o genio de la fecundidad, qué se yo, justo no traía los anteojos; además, primera vez que asisto a una aparición de esta índole, pero bueno, ya estamos en el baile, aprovechemos esta vuelta del destino, con lo que me preparé a formular esos deseos que vengo pergeñando desde la infancia, usualmente son tres, pero transaría con dos largos a esta altura de la vida...antes de que pudiera siquiera presentarme, aquel ser, con vocecita femenina e iracunda, expresó sin remilgos: –estas no son horas de joder!!–, y sin agregar palabra, salió orondamente por la ventana entreabierta, buscando quién sabe qué. Yo, de una pieza, acomodé lo mejor que pude el inútil envase bien al fondo de aquel baúl centenario, y salí en puntas de pie, con la secreta esperanza de que algún descendiente más avezado en estas cuestiones, o simplemente con mejor suerte, logre sacarle algún provecho. A mí el trasto ese ni de adorno, vea.

Arlane

(la imagen es del artista José Vedia)

domingo, 19 de diciembre de 2010

sombras de la tarde

quizás las sombras que ahora

tornan hacia mi estancia

no escondan el secreto objetivo

de invadir territorio a resguardo



el crepúsculo se despliega

en derrededor todo cobra

un hálito fantasmal

y presencio la evolución entre nieblas

de figuras que algo quieren decir

comprendo

inquieto ante los misterios

que son almas aferradas

al devenir continuo y no pueden

echar por tierra las rutinas

que fueran causa de su hora final

me cuentan sin palabras

de las extensas campiñas repletas

con alimento y árboles en simpatía

de los ríos caudalosos como mares

del cielo tan profundo salpicado

con estrellas hoy difíciles

de apreciar

confiesan sus creencias más respetadas

nombran a las deidades que caminan

y lamentan

con lágrimas de aire pérdida semejante

también los aflige bastante

la falta de tacto y manos

conque asir por la cintura

a rotundas hembras mestizas



¿qué argumento esgrimir

para paliar su agonía?

he de quedarme quietísimo

en silencio

prestándoles algo de este

brumario tiempo

y vivr

cuanto a ellos se les priva

aunque deba reconocer

que el intento mejor no llegará

a cubrir un mínimo de posibilidades

y tal vez luego padezca igual

la tristeza por lo inconcreto

danzando llantos de ceniza

ante otro mortal rendido a sus sueños



Arlane

imagen= Patricia Asensio Dalaisón, de Latin American Art

jueves, 16 de diciembre de 2010

Tercer premio en el concurso del Sindicato de la Sanidad

El Forense




El Dr. Venancio Vera fue un eximio médico forense, obsesionado por la conservación de los cuerpos una vez fenecidos. Tras largos años de experimentación, con muchos sinsabores, logró una fórmula revolucionaria, basada principalmente en inyecciones de savia y suero, que lo llevó a la fama. El primer cadáver al que se aplicó el procedimiento, fue el de una indigente, hallada muerta en la vía pública a causa de los duros fríos invernales, que la morgue municipal donó de buen grado, a falta de alguien que reclamara el cuerpo. Durante los dos primeros meses nuestro doctor abrigó cálidas esperanzas, pues el cadáver se mantenía blando y lozano, pero luego comenzó a marchitarse y descomponerse sin remedio. El galeno realizó ajustes en la composición de la mezcla, agregando conservantes y savia de nobles árboles. Así, con el segundo occiso, hombre joven cedido por doliente familia de clase media, las cosas resultaron mejor, conservándose fresco por casi un año, al cabo del cual empezó a echar raíces por la planta de los pies; las uñas, que no habían interrumpido su crecimiento, se le tiñeron de verde forestal, y el cabello adquirió una sospechosa similitud a la agujas perennes de las coníferas. Ante la inaudita eventualidad, Dr. Vera consultó a un perito agrónomo de su entera confianza, quien, luego de revisar al ejemplar en cuestión, sugirió sembrarlo en tierra negra, con los pies naturalmente hacia abajo, regándolo periódicamente con agua de lluvia, o mineral en caso de sequía. Así se mantuvo, aunque desarrolló ramaje, se le cuarteó un poco la piel (detalle subsanado con abundante agrocosmético), y creció un par de metros, como perfilándose para el lado del sol. A pesar de los cambios, se lo podía reconocer, por lo que sus familiares se mostraron profundamente agradecidos con Dr. Vera, y acopiaban aguas llovidas por si las moscas. La noticia corrió como reguero de pólvora, y pronto hubo largas filas de enlutados cargando a sus muertos queridos, firmes en las puertas de la residencia del facultativo y a la espera de su turno. Él los aceptó a todos, porque también era hombre de buen corazón. Y les aplicó el mismo tratamiento, plantándolos, al cabo de un año, en los amplios fondos de la casa, donde permanecía el primer espécimen, que ya para entonces brindaba significativa sombra. Con el paso de las estaciones, el médico notó tenues signos inteligentes en sus pacientes, puestos de manifiesto por susurrantes revelaciones y pronósticos de lluvias, provenientes de aquellas gargantas arbóreas, novedad que también advirtieron los parientes que visitaban a sus extintos en flor. Y, otra vez la noticia cubrió las latitudes de aquella comarca, llegando hasta el propio Vaticano, que debió realizar una desmentida que nadie apoyó.

Hoy en día, Dr. Vera es reconocido en el mundo entero, y posee una inmensa fortuna, aunque no se deban estos privilegios a su habilidad como embalsamador, sino a ser el responsable del primer bosque orador en la historia, más la pericia en descifrar las corazonadas de sus protegidos.




Arlane

lunes, 13 de diciembre de 2010

Alegato



Oh mi fértil magma,  prófugo de enjuiciamiento por aquellos que desafían 
la trocha en donde circula el expreso que abordé temprano.
¿Cuál de tantas máscaras habré de portar en este día, tan liviano de aconteceres, tan huido de presupuestos. En esta aurora que me instala sonrisa y estrofas
para convidar?
Mirame con detenimiento, el necesario para dejar de correr, hay algo en mí causante de tu rebelión.
Soy aquel infante que renunció al maternal abrigo para aventurarse en los espejos y meandros del espíritu, cubriéndose los hombros a la intemperie
con manto de arrabales.
Nada puedo afirmar o sostener, sabiendo que el mundo es tan ambiguo
como el destino.
Yo, por ejemplo, un proyecto de mediano plazo, con alta posibilidad
de éxito cosmopolita, y sin embargo, excusado inclaudicable del beneficio,
del índice de empleo, y de toda competencia requerida por
los varones de empresa.
Dado al desplazamiento voluntario hacia bosques de utopía, riendo del excesivo asfalto, con fervor ocioso para convertir en holistas los documentos contables y los telegramas de renuncia. Si no he producido dividendos puede deberse a la poca estima que suscita el peón en abstracción a horario completo.
Pero, acepto la condición a padecer, mientras planteo una crítica absoluta sobre
el concepto utilitario de nuestra humanidad, cuya mayor aflicción es poseer
y ostentar bienes de dudosa utilidad.
¡Tanta herramienta en manos erróneas!
Entonces, me prefiero diáfano trashumante de playas, cerros, y páramos, concientizando el tiempo durante el que puedo escoger la frecuencia laboral, sentarme blandamente a ver el desfile de luz matutina y asistir al panorama automecanizado, evocando buenos momentos gracias a la música de acompañamiento, esa melodía que no cesa de sobornar mi tendencia al delirio.
Y a la vez hallar las frases precisas que logren conferir un temblor sin escándalo en tus espaldas, presa del agobio.
Tras la frente contengo magnitudes.
Aprecio el trabajo, pues aún me hostigan ciertos hambres adámicos que debo saciar antes de la cuaresma.
No comparto este modo positivista de suceder al que nos han conminado, pretendiendo desechar los mundos que trascienden la mirada de cada día.
Déjenme hacer, si parezco aturdido en verdad estoy sujeto a profundidades,
de las que prefiero no emerger tan temprano, al menos hasta recuperar
la lengua de los ancestros, que fueran más sabios.

Arlane
la imagen pertenece a la artista Cristina Francov, de LATIN AMERICAN ART

domingo, 5 de diciembre de 2010

imaginario bar céntrico

El bar sobre la avenida puede ser un remanso o una ojiva nuclear a punto de hervor. ¡ Cuánta alma enclaustrada !, sin embargo, a distancia fácil, pues podría medirse por el grosor de la vidriera, fluye gente con sonrisa y bebés a cuestas, las parejas van dando besos al aire, hacen su agosto los artesanos tendidos de vereda a vereda, y crónicos bondis traen llevan gente de toda raza y sabor, anónimos en fin, por los barrios por el centro comercial a veces hasta el cementerio. Pero acá, dentro del local pecera estamos los detenidos en el tiempo y eso que mostré documentos que acreditan mi causa y efecto, y no somos de armas tomar más que un par de fecas por las tardecitas, igual ni miras de salir por esa puerta tan bien puesta tan ábrete sésamo, porque deberíamos mezclarnos con la plebe, con masas de audiencia. Reconocernos como uno de ellos de nosotros de todos cuantos pululan en esta ciudad ayer pueblo hoy arrabal populoso, algo desprolijo y sin barrer, significa perder el color local para convertirnos en aglomeración ciega a las circunstancias, aventurarnos a vivir en piel y huesos, con las ropas por el suelo fértil de la patria, la frente en flor de primavera jamás marchita. Sin embargo, a último momento siempre nos vence la inercia de lo que fuimos, coronada con inaudita necesidad, ¿adicción será?, para ese último cortado con el que tiraremos hasta mañana sentados dentro del bar sobre la concurrida arteria principal, al alcance de tus manos en intemperie.



Arlane

jueves, 2 de diciembre de 2010

aterido

La noche de gélido cristal desvió mis pasos, llamándome mudamente. Un salto cuántico se produjo en mi raciocinio, lo que derivó en incremento sensorial como nunca. Entonces, reparé en el lánguido parpadear de las estrellas; y la evolución, lenta y grave, del universo semejando un témpano formidable, sombrío, que transcurre al lado de mi bote piel + hueso. Sobre ese tamiz apagado distinguí trinos en abandono, como de pájaros astronómicos, pero mis ojos resultaron escasos para penetrar la densidad. A pie firme, mantuve la vigilia; pues aquel extraviado piar tocó cuerdas interiores que antes no hube pulsado, infringiéndome el deseo de vagabundear sin temor al peligro, que pantallas imposibles de apagar por lo visto, emiten a como dé lugar y horario completo

Otro resplandecer vino a embargarme, era el aura pálida y vegetal emitida por un pino en su puesto de guardia. Estableciose entre el gigante sosegado y yo, una simbiótica empatía que nos conectó, pues de mí también dimanaba cierta opacidad, tal vez fruto del deja vú por falta de descanso o espectativas. Flotó mi pregunta rumbo al oráculo de ramas vista. En instantes imposibles de cronometrar, vino a mi hemisferio derecho, la inusitada respuesta: “los ecos que escuchas no provienen de pájaro alguno. Son lamentos, silbos, llantos, de espectros en desgracia que no encuentran su destino, y ocupan los efímeros castillos de aire invernal que los cirros hilan por el espacio. Luego, vientos antárticos impulsan estos mausoleos haciéndoles navegar bajo los astros, y difundiendo intraducibles mensajes entre los insomnes, proveyéndoles voluntad y motivos para no doblegarse ante las luces del albur”.

Aún temblando, y con los interrogantes en caja , me retiré de aquellos leves parajes. Ya regresaré cuando posea oídos capaces, y los sueños hayan migrado hacia aposentos que funcionan en otra dimensión.



Arlane

la imagen pertenece al artista Gabriel J. Gonzalez