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grismente mis voces cantan una endecha para amordazados. Imberbes en sus cunas de atroces maderos, que se dejan caer entre las manos etéreas por no fingir, sus dedos alzados en v ante lo dispuesto desde hace tanto.
Luego, el pájaro vestido de lluvias, desolado quién sabe por cuál de todos sus errores, acaso distinga ese gemido solitario, como un lloverse sin plumas ni nada mejor para la ausencia.
Corre un rumor acerca de lilas cayendo al vacío, perpendiculares, arrojadas desde altura criminal, por aparatos sin matrícula ni dato visible conque ojos descreídos, telenovelados, ni pueden arriesgar números o algún detalle incriminatorio.
El sol se parte en pequeños astros negros de misericordia. Hay un escenario (un escarnio) montado para esta no justicia, esta emulación siniestra. Entonces la noche se adueña del lugar de los hechos, asienta sus reales para que abdiquen las tribus mutiladas a fuerza de bendiciones con plomo y salmos. Así mis palabras buscando asilo ante la iniquidad, y un cerrarse las gargantas de aquellos que sin embargo, a pesar del agua que ha corrido, aún cantan sobre los puentes.