No es útil afanarse
tras la frágil huella,
las etéreas doncellas sucumben
al amanecer, junto al sueño.
Y no hay sentido ordinario
que las rescate del tumulto.
Mágicas escenas que pulsaron otra piel,
que es la nuestra pero tambien es ajena,
se diluyen bajo el agua fría
sumergidas en la maraña
de un nuevo sol.
Hadas, sílfides, bellezas inconquistables,
fueron compañeras de viaje
por una noche.
Fueron amantes temerarias.
Pero el día
nos concreta en su vorágine,
nos asimila.
Y jugamos, otra vez, el consabido papel
en escenarios soñados
por quienes aún refutan el despertar.
ARLANE