Frente al televisor, concluyo otro día absurdo después de haber engullido diez café negros y veinte cigarrillos del mismo tono. La boca seca y el estómago hecho un ovillo, porque además debí tragarme la cadena de estupideces que danzan siempre en el teatro de la calle. Llegado a este punto, surge de algún rincón íntimo que olvidé clausurar, la violencia, si bien contenida, con tal ímpetu que no hay música, hábito, conversación suficiente, para taparla. Es la hora máxima que el organismo soporta, cuando se para el mundo y el alrededor conspira, dando lugar a ese sentimiento que invade latitudes entre hemisferios. Y el círculo vicioso reinicia su caótico giro al no encontrar salida para tal impulso malsano. Aumenta la ansiedad oral, por lo que vuelvo a devorar cuanto tenga a mano, fumo como un condenado, e intento vanamente aquietar el tumulto con los dientes rechinando. Entonces un presentimiento aletea sobre el pantano mental: ¿ no seré otra víctima silenciosa de los tejemanejes que poderes más allá de toda medida arman con oscuros fines para mantenernos domesticados vía pantallas full time, mientras sus huestes se llevan lo que debería ser para todos?
imagen= John Jude Palencar