lunes, 31 de enero de 2011

ámbito luminar


la luz del atardecer entreteje

mantos fulgurantes cribando bosques

he partido por rutas vegetales

acechando un eco solar

la melodía sinérgica que

precipita en tierra


es el ocre momento

cuando derivo -sonámbulo consciente-

rumbo a lugares que para nacer

aguardan mi golpe de vista inaugural

pues nadie ha venido antes ni hubo

guardias en los parques


manan de mis ojos los sitios a que refiero

y nada les acontecerá a verdes aves plañideras

hermanadas con foresta de cimas

nada amenazará esta armonía

perlada de lluvia acunada por los vientos

pues yo arribo

con naves de ausencia

a nacer en lo sublime

luego me trasplanto

hacia el ámbito donde suceder

fugándome de tanto asfalto

y de cuanto cielo fuera menester

Arlane


imagen= Santa Catalina, por Joe Sniper

martes, 25 de enero de 2011

vacilar de espejos

Ese día se presentó complicado. Un difícil equilibrio me sustentaba apenas, y el proceso racional, como el orden de los pasos y hasta la verticalidad, demandaban esfuerzos a los que no estoy dispuesto. Durante la noche, sueños absurdos y abominables interrumpieron la necesaria concentración para el descanso y las revelaciones de carácter onírico. Hasta creo haberme despertado por el sonido de mi propia voz, farfullando inteligibles discursos o rezos alejados de mi ateísmo militante. Luego, la división entre cuerpo astral y sólida piel, me dio la pauta de que esa sería una jornada al borde de las posibilidades. De pronto, manipulaba los habituales utensilios con la mano menos hábil, no lograba dar con el peinado que me distingue, ni mirarme en el espejo del baño sin atisbar cierto parecido a un lejano personaje del circo mudo.

Obligado por compromisos impostergables, debí salir a la calle cuyos sonidos me resultaron a cuentagotas. La gente que pasaba cerca, me observaba, sorprendida o indignada, noté que hasta las criaturas hacían señas de ay ese hombre, aferrándose a la mano de su vivo retrato.

Al fin, entré en paranoia y comencé a correr sin rumbo fijo, me introduje en el primer bar del camino, como buscando refugio de la hostilidad porque sí. Barruntando malos augurios, tembloroso, solicité dos medialunas y un cortado al mozo que no me quitaba los ojos de encima aunque estuviera de espaldas.

Una cualidad descubierta entonces, fue la de atisbar con la parte trasera de la cabeza, desde un sitio cuyo prurito ya me intrigaba más temprano; fue así que divisé al que me atendió cuchicheando con el hombre-mostrador, haciendo gestos de alerta o cólera sine quanom dirigidos hacia donde yo tramaba una huída elegante, aunque no pude descifrar la conversación bajo cuerda. Al rato, cuando masticaba la segunda factura y la calma hacía de mí su presa, vi entrar una pareja de lo más extraña, ambos llevaban uniformes verdes, con correas escarlatas cruzándole el pecho de pe a pa, y birrete al tono. Se dirigieron a hombre-mostrador, preguntaron algo, al tiempo que paneaban el local con aquellos ojos fotodigitales. Gracias a la nueva visión posterior, vislumbré que el empleado a buen precio me señalaba, respondiendo a la inquisitoria de marras. Acto seguido, el dúo levitó hasta mi mesa, y sin más, tomaron asiento, escrutándome mudamente y mandándose mensajes subliminales de texto. A la mujer la encontré familiar, sin precisar de dónde o cuándo; fue ella quien habló: - ¡Charlie!, ¿qué hacés acá?, te estamos esperando – La escena resultaba disparatada, el nombre no era el correcto ¿quién se llama Charlie en estos días como flechas?, ellos parecían estar mejor en un skech de Capusotto o un desfile de carnaval; y la medialuna, insólitamente, mutó en servilleta sin desprenderse de mi mano cuasi deletérea. Contesté, para no pasar por mal educado, aunque tenía la dentadura postiza enganchada a los últimos hilos: - me asaltó el deseo de consumir, que sé yo, algo artificial, like this... – y muestro la servilleta-factura a medio masticar. – No, no Charlie. Vos no estás autorizado a ingerir -, - ah – respondí, dándome por enterado de una orden o prescripción que ignoraba. El hombre de verde buscó entre el correaje, sacó una pequeña pastilla roja a lunares, y me la alcanzó; - tu pasaje de vuelta, Charlie -, dijo sonriente como candidato. Todavía restaba un fondo del café, que aproveché para tragar el misterioso medicamento. Sin pagar lo consumido, los tres nos levantamos y rumbeamos hacia un automóvil estacionado en la puerta. El vehículo, oscuro y antiguo, tenía sobre el techo una elegante luz giratoria azul. Claro que ya lo tenía visto, fue el primer cochecito metálico con suspensión que recibí en una navidad de hace siglos. Me sentí cómodo en el lujoso interior, tranquilo ante el primer signo favorable del día. La mujer entonó una canción (¿de cuna, de cana?) muy sedante y dulce, supuse que la tenía bien practicada pues no usó partitura ni auriculares. Su acompañante miraba por la ventanilla, con el birrete en la mano y lágrimas en la mejilla. Me sorprendió la cabeza totalmente calva, terminada en punta que lucían mis nuevos amigos de la infancia. De pronto, mi testa comenzó a picar más fuerte que antes y al elevar la mano izquierda para rascarme, no logré encontrar el punto exacto de la comezón, ni con la parte de mí que tenía por cabeza. Toque, sí, algo esponjoso y húmedo. Quise llorar ante el desconcierto que me embargaba, pero la melodía de mi custodia femenina funcionó como narcótico. Me dormí, rendido a lo que el destino deparara. Los sucesos del día, además de no haber ingerido una comida como dios manda, me sumieron en un mundo mejor. Entre las redes letárgicas, se hizo lugar la intuición de que aquella pastilla a lunares, proporcionada por Erik ( ¡Erik era el nombre!. ¿ Cómo lo pude olvidar ? ) influyó en mi ánimo. La melodiosa voz de Kata se transformó en silbido, acunando los jirones de cavilaciones acaso tardías. No logré articular las palabras que tradujeran mi temor: ¿estoy muerto?. Cabecearía un rato, para dejar que este embrollo se enderezara solo; o dormiría tanto que ya no tendría sentido volver a despabilarse...

Desperté en la mañana de hoy, frente al espejo, en el que un Charly a boca de jarro me daba los buenos días. Busqué el frasco de pastillas a lunares, y luego de ingerir el par medicado, me dispuse a esperar el móvil, con el birrete ajustando el vértice de mi cabeza, y la esquela con la dirección del bar donde nos reunimos a diario.



Arlane
imagen: Elsa Gillari

sábado, 22 de enero de 2011

realimentación


descansa tu gesto

en augustas formas del amanecer

mientras me hago viento

que surca la fatalidad

una imagen abatida de ángeles

ofrendándose al sol



fluye por auroras

de primaveral estación



presiento estar muriendo en luz

cuando el pensamiento lee:

“aguaba cristales la lluvia extranjera

venida de mundos aún sin corromper

fui a caer sobre la hojarasca

fui también a beber

del manantial que fluye

entre planetas

al tiempo que vos dormías

como niña abandonada

durante tránsito de bosques

y envuelta por laureles al azar”

Oh las aves las flores

que acontecieron en rededor

¡tanta naturaleza!

y todo circunscrito

a la piel que diáfana te abriga



me cuesta entender semejante belleza



ya descansa aquí

la llama de tus ojos

distiende el cuerpo astral

que yo me unjo

guardián ante la fatalidad

hálito de cariño

para que sobrevivas

al cruel chantaje

de tamaña

permanencia en vilo




Arlane

imagen: Juan Carlos Ponce Quispe

viernes, 21 de enero de 2011

licántropa


amaneció con las manos ensangrentadas y un sabor acre, que no le disgustó, inundándole la boca. Con la lengua recorrió sus dientes en los que faltaba el filo sospechado. No abrió los ojos amarillos de bosque, ni para comprobar que la pelambre tan cálida había desaparecido. Y volvió a dormirse en su cuarto de soltera sin apuro, gozosa con el recuerdo de ese poder inaudito por el cual las víctimas se hacen pedazos bajo sus garras de sueño.

Arlane
imagen: MAX SAUCO

miércoles, 19 de enero de 2011

visitante

Resulta caótico el entramado. Desde un sitio mental proscrito le llega la intuición de presionar, alternativamente, con un pie y el otro. Comprende que avanza, aunque no tan rápido como los bólidos brillantes que circulan al costado, superando por mucho la marcha a que tiene posibilidad. Voces lejanas, indescifrables, olores tóxicos, sabor a piedra. Una luz, más roja, enciende alarmas dentro del desconcierto. No detiene la marcha, apremiado ante el fragor que pugna por someterlo. Es arrollado.

En la realidad siguiente se ve a sí mismo ascendiendo, ya sin esfuerzos ni obligación de pedalear, alejándose del bullicio y las sirenas para desgracias.

Le causa asombro tanto silencio.


Arlane

imagen: Myriam Pedernera

jueves, 13 de enero de 2011

alguien llega como el alba

alguien llega como el alba trunca de soles a despuntar, agita su pañuelo de lluvia lenta sobre las uvas del verano, y viene con la intención fija de sujetar mis sienes para que no se dirijan al sacrificio autoprovocado, hasta susurra órdenes de vida que por supuesto ignoro con cierto regocijo infantil. Alguien turba el descanso que me gané con la frente en sudores de parto, me urge a decidir entre varios planes de acción con un furor digno de mejor empresa. Clama por puntualidad agitando una ristra de relojes frente a mi desconcierto, y que es hora de erguir el cuerpo casi ausente, dice, para correr a negar las apariencias, como si algo de todo aquello fuera cierto. En fin, la mortalidad no tiene cura, incumbe a cuanto da latidos en cuentagotas, por lo que me veo obligado a componer una máscara ya estéril, comer algo al paso para no parecer desabrido, y agonizar de nuevo bajo al acero de las miradas, percibiendo de soslayo los espíritus que rondan, y obstinadamente negar caricias de quienes no me conocen, o siquiera una mano para desmentir la recurrente sensación de estar de más en un sitio que me es completamente ajeno

Arlane

imagen= Andrés Valerio

lunes, 10 de enero de 2011

último deseo

“por favor, sea breve...”, solicitó el hombre arrodillado. El otro, que estaba de pie al costado, sonrió vagamente detrás de la capucha, y respetando ese último deseo, sin mediar palabra accionó el mecanismo de la guillotina.

Arlane

jueves, 6 de enero de 2011

primer laburo


El muchacho, onda rugbier sin vocación ni entrenamiento, se presentó ante su majestad, el padre todopoderoso, al menos para sus muchos deudores. –padre, me voy a un viaje de mochilero por América–. –¡Má cóme de mochilero!, ¿sin auto, moto, bus de primera?, y a qué América, ¿la del norte?–, contestó ya medio caliente el tano mayor, que era explosivo entre propios y ajenos. –No viejo, por Suramérica. A USA ya fui tres veces–. El Don tronó desde su sillón de mando, –Usté stá loco, no le doy un peso, lo van a secuestrar, o afanar, quién sabe qué–. El heredero intuía aquella contestación del obtuso anciano, pero ya tenía sus ahorros, pellizcados de vueltos sin rendir y ventas de artículos familiares abandonados en el sótano. Sin despedirse, mochila bien provista y pesada como un bar, arrancó para el lado de la ruta de los sueños. Hizo dedo, nadie le dio bola. Caminó kilómetros sin salir de la ciudad, hasta que anocheció, el frío y el hambre lo sorprendieron de regreso. Abrió el portón su viejo criado, –qué tal el viaje, patroncito?–. El muchacho lo midió para asegurarse de que no lo estaba jodiendo, pero su estómago hacía ruido y le temblaban las piernas faltas de costumbre. –Bien Manuel, brava la vida del trotamundos–, dicho lo cual fue a sentarse a la gran mesa, donde lo espera un guiso a punto y una carpeta conteniéndo la cesión de la empresa de residuos a su nombre, “para que tenga algo de que ocuparse”, dice el mensaje con inconfundible letra del puño rápido paterno. Antes de cerrar los ojos cansados por la travesía, el heredero se repite aquel refrán que le enseñaran de pibe: “el que quiere celeste que le cueste”, aunque, de última, recuerda uno que le sienta como anillo al dedo, “más vale pájaro en mano...”, pero el sueño de riquezas lo traslada a mejores feudos antes de concluir. Mañana será otro día lleno de oportunidades para el joven heredero. En tanto, Manuel, siguiendo precisas instrucciones, ha dejado en el sótano, junto a los trastos, aquella mochila inútil ya, como las pretensiones de otra dicha.

Arlane

(la imagen pertenece a la artista Josiana Beain, 1979 Argentina)

martes, 4 de enero de 2011

luciérnaga de suaves luces

Descubro tu piel luminosa

en el ultimátum del diario ganarse el pan.

Corre la tarde ahuyentando

al gentío sin paciencia,

y un pestañeo del aire distrae

la ambigüedad de mi ojo frontal.

Te miro destellar,

avivando retinas sin color .

Surcás, echando chispas, el tictac

de escaparates a pie firme.


Verte y adoptar tu huérfana imagen,

fue un mismo acto.

Te apropié

sin listas de espera,

ni formularios de buena conducta.

Te invité

a la casa tomada que planeaba rentar,

pinté sus paredes con lava cruda,

adorné con raíces en tránsito

la mesa para navidad.

Me convertí en anfitrión pagano

para tu deleite y estulticia.



Ahora ando brillante

ciñéndote los quebrantos

con pronóstico de caída libre

ensayo vuelos al ras sobre

oficinas sin domingo

y mercados de hacienda

Vos me enseñás luz,

yo te ofrezco asilo,

confundidos entre las chispas

de un aire que nos incendia

Arlane
(la imagen pertenece a la artista Cristina Francov, de LATIN AMERICAN ART)

domingo, 2 de enero de 2011

nocturno II




pálida

tu geometría diluye en el castillo lunar

mientras arguyo motivos que desvelan



para huir por la senda de los reclusos

mutaré en sombra de lánguido contorno

que deambula en jardines bajo agua

y el dios de las mareas

guiará mi vacilante discurrir

sobre moles de hielo

que surcan la oscuridad

transportando a náufragos de tierra

hacia el frío muro

de los sacrificios



Arlane


la imagen pertenece a la artista Patricia Asensio Dalaisón