Y cómo cada parte del cuerpo se va atribulando, reduciendo, en cosquilleos propios de muerte cercana, por etapas. El licor del tabaco, vaso lleno a tope, recorre la extensión donde lato ya que soy campo minado, largo, donde estallan capilares de pasto a medida que el humo progresa. Desde el pie izquierdo suena una alarma mortuoria, un cierto dolor de otras tierras dice los pasos en vano, certeros, y reclama para sí la gloria de erigirse en el primer tramo que sucumbe. Luego ascenderán amargas sensaciones como un río oscurecido a través de los canales acaso obstruidos con cenizas, toman posesión de las hectáreas que alientan dentro, vísceras, gestos heredados o adquiridos, dando al fin un resultado de ser en vías de extinción sin demora. Hormigueos detonan la impresión de que ya no se es dueño de los próximos actos. Una identidad ajena irrumpe. Un otro a interpelar (me)