“dame pan”
“de dónde mierda querés que saque?”
“dame dame Pan!
“¿Te va parampan pan?
Escuchá, scuchá: podés buscarlo bajo la estirpe de antepasados que
supieron con gloria morir de gusto mirá cómo estamos, también de aquellos que
convertían la tierra yerma en alimento de países y ganado. O tras la historia
puesta a propósito con escuelas de no-saber, queriendo definir un rumbo del que
nadie se hace cargo cuando no éramos más que criaturas asomando al mundo de
marras, ignorantes de cualquier porvenir, incrédulos ante la maldad legalizada”
“Pero, ¿hasta entonces?”
“No interrumpas ni dispongas la mesa todavía, a menos que de tu palabra
en cruz surjan hogueras de cuál tamaño, suficientes para mi des-ayuno
consciente. Dedicate a rastrear por las hendijas de ojos recién despiertos,
luego de un letargo que dura mil años. O quizás deberías hacer un alto en medio
del desierto, el desconcierto, cotidiano, apeándote de tu ciega montura para
comerciar con el labriego a cargo del ramos generales, a ver si vende harina y
huevos aunque más no sea”
“Está bien…”
“Volvé pronto, acá, de bruces te espero y con la boca burbujeando de
tanto pan ausente”