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El peso de la historia es condena
por la ignorancia pueril
que toleramos.
En aulas devotas
fuimos instruidos para ejercer
la mejor indiferencia y discriminación.
Dentro de aquellos claustros,
calefaccionados y exclusivos,
permitimos el vendaje de las miradas,
creímos los discursos contra el albedrío.
Padres equivocados en buena fe,
aterrados por falsos conspiradores,
colocaron candados a toda expresión,
despreciando la rebeldía nueva
que estaba cargando los aires.
En aquellos días
de conciencias amordazadas,
ocurrían desgracias,
campeaba la injusticia.
Mientras,
los jóvenes selectos copiábamos indisciplina
de filmes para colonias
disfrazándonos como extranjeros
y hablando un idioma neutro.
Pero, había hermanos cayendo,
había niñas agonizando
dentro de pozos clandestinos.
Cómo nos engañaron!!
pintándonos un mundo de fábula
y complacientes máscaras.
Se confunden rabia y pena
al comprender
la inutilidad de nuestra bravura
y la fallida adolescencia.
No fuimos dignos
en el momento de luchar,
y, es inútil la excusa del crédulo,
cuando balas, gritos, censura,
todavía agravian la conciencia.
Arlane