martes, 30 de abril de 2024

Zahorí

 oye dulce zahorí 

encuentra para mí

el líquido preciso

que a mis pies rocíe

dale alas a tu vara

de inocente arboladura 

para que

las aguas cubran al enajenado 

en que me convertí



domingo, 21 de abril de 2024

El Pacto

 Una vaga idea sin tiempo


me sacude la sien con tañidos


de lo que fue y será


¡Olores de curiosa materia me arropan!

.


Seré yo en supramusical esencia


apta solo para condenados



Ataviado de colores nunca vistos


danzaré entre dioses e imágenes


para abolir cuanto limite 


el primitivo pacto

.




imagen: Elsa Gillari

lunes, 25 de marzo de 2024

Vestidos de lluvia


 Vestidos de lluvia, los álamos me festejaron con susurros vegetales. fue un hallazgo de vetas que hicieron de mí otro
huésped de enramadas. Muté a melodía, silbido orbitando estepas. Y un impulso nuevo indujo el abandono de ropas y añejas memorias al costado de la ruta que conduce hacia reinos de utopía. Allí descansa la visual para que el oído capte voces del universo. 

Un eco mío tradujo esa plenitud para que la mano imprima los signos que otros viajeros necesitan. 



martes, 12 de marzo de 2024

Mara


En aquella época vivíamos solo mamá y yo en la casa. Ella enfermera del hospital zonal, yo estudiante de colegio secundario. Los sábados era cuando la vieja tenía franco y su joven amiga Mara venía a visitarla. Me gustaba mucho aquella chica mayor que yo. A Mara parecía divertirla verme sonrojar cuando se acercaba a saludarme con un beso en la mejilla. La muchacha se reía y me revolvía el pelo con gracia. Ella era la causa de mis sueños más ardientes.

Un sábado mi vieja tuvo que salir de improviso para atender una urgencia en el hospital, no hizo a tiempo de avisarle a su amiga. Mara tocó el timbre y yo le abrí. Su mano no solo acarició mi pelo.

No me olvido más de aquel día cuando una espléndida mujer me hizo debutar.



sábado, 2 de marzo de 2024

Foto carnet


Las abundantes lluvias de aquel otoño habían lavado el jardín de su casa, empujando hacia la superficie un objeto que yacía enterrado. Comprobó que se trataba de algo metálico, al desenterrarlo comprobó que era una vieja cajita oxidada. Una ola de sensaciones lo arrebató. Conocía aquella pieza, pero su recuerdo era tan lejano que bien podría haber sido un sueño.

La llevó adentro para abrirla, luego de varios intentos ayudándose con un destornillador pudo despegar la tapa. El interior de la cajita estaba forrado en felpa que alguna vez fue roja y contenía solo una pequeña foto carnet en la que su rostro infantil de comienzos del segundo año en primaria, sonreía con la inocencia del que no imagina todo lo que vendría después. Ese niño parecía preguntarle mudamente qué hizo con la vida.

Un río de lágrimas inundó sus ojos como toda respuesta



martes, 20 de febrero de 2024

La Casa Vieja

 Vivíamos en lo de abuela Paca, señora de añeja estirpe y pasado docente. El caserón y ella se parecían, no sabíamos cuál era más viejo. 

En el patio quilométrico se levantaba el níspero. Decían que su punta traspasaba el piso de nubes por donde andan los gigantes cuidando sus gallinas. Un día nos animamos a treparlo. Las rugosidades de la corteza facilitaban la escalada. Encontramos una rama amplia, ideal para refugio. Con las hojas tremendas hicimos paredes y techo. Allí hablábamos de nuestras cosas, jugábamos con naipes vegetales, explorábamos. Muchas veces llegaban pájaros de otros reinos, nos mostraban sus plumajes y piaban fábulas de Oriente mientras comíamos nísperos de color amarillo, moscatel. Al mirar hacia abajo la gente se veía chiquita. Si había sol, el árbol nos paseaba por África, llena de selvas y gente negra que corre y caza animales. O navegábamos por el océano, divisando carabelas de cuento. Nunca sufrimos caídas, pero Paca advertía de los peligros con su acostumbrada gravedad. Un día, sin nadie requerirlo, decretó: 

-Los árboles no tienen sentimientos- 

Cruzamos miradas, era ese un acontecimiento a guardar en la memoria. Paca se equivocó frente a nosotros, sus nietos pequeños, sus alumnos. Cualquiera sabía que los árboles, en especial el níspero, se reían cuando los trepábamos, nos daban abrigo y amistad, por las noches se les oía bostezar, cantar endechas.

Pero, claro, cómo podría Paca saber todo eso si jamás vino a conocer el refugio y ni siquiera le gustaban los nísperos.




Ánimo

Sobreviene un ánimo por no figurar 

reduciéndome a otra porción de la noche